IV Congreso Latinoamericano de Humanidades
Carolina, Agosto de 1999
La frase guía de este congreso es Razón y Poder, dos palabras y realidades de las que hemos tenido demasiado, aunque debo puntualizar que desde hace un tiempo humano relativamente considerable, por ejemplo desde las pinturas rupestres más antiguas, hace poco descubiertas, hasta hoy, ha dominado el poder sobre la razón. Son tan pocas las muestras de la segunda que se ha llegado a pensar que pueden haber sido manifestaciones de algún ente extraterrestre, ya que los dioses han muerto.
Me parece pues que tratar de hablar de la Razón, la escribo con mayúscula por esto del congreso pero con cierta vergüenza, sería algo así como explorar lo inédito, tal vez lo presentido o lo posible, algunos dicen que lo utópico y otros más osados que lo inútil. Yo me acerco más a pensar que se trata de un supuesto al que hemos dado el apellido de universal pero que luego se ha limitado según los intereses del Poder, con lo que queda en entredicho su realidad. La conocida definición de animal racional es un supuesto griego particular y ahora occidental, con pretensiones universales que en realidad querían y quieren decir del universo, orden o cosmos bajo control y dominio. La ciencia y la tecnología son los modelos de Razón universal más evidentes y por eso se dice que dominan y controlan, que civilizan y garantizan el progreso. Palabra esta última que siempre imagino hace sonreír a la muerte.
Por eso pienso hablar con ustedes del dominio, de su origen y lugar en la vida humana, de su presencia en las "Humanidades", al inicio de otro siglo más, y tal vez sea suficientemente osado como para proponer algún tipo de terapia que nos sacuda el supuesto de la Razón con mayúscula
Creo que debemos comenzar por aceptar que no vivimos en ningún tipo de orden lógico ni racional sino en situaciones intrincadas, mas allá muchas veces de nuestra comprensión y sobre todo de nuestro dominio y control. Este mundo en que vivimos, cruzado de pulsiones, intereses y deseos es lo que llamamos la cultura. Maturana tiene una definición interesante cuando dice que "las culturas son redes de conversaciones, modos de vivir en el entrelazamiento del lenguajear y el emocionar" en los que se originan la reflexión y la autoconciencia. Creo que hay que notar el orden o la prioridad del lenguajear sobre el emocionar en esta definición, con el que no concurro. Pero mas adelante Maturana puntualiza que el emocionar es el que nos lleva al lenguaje y a la conversación. La emoción es más primitiva, por eso el lenguaje carga y produce emoción. Con esta puntualización podemos estar de acuerdo en que las culturas son redes de conversación del emocionar en el entrelazamiento del lenguajear para seguir el decir de Maturana. De lo que podemos inferir, pues, que este entrelazamiento es lo que nos ha hecho y nos hace humanos.
En consecuencia, a diferencia de otros animales, no hay que hacerse la ilusión de que sean muchos, para ser humano hay que crecer entre humanos, aprendemos a ser humanos de los demás que nos rodean y moldean, no hay otra alternativa, así es este asunto de la humanización, ciertamente muy lejos de esa visión de la famosa definición de animal racional. Precisamente este carácter conversacional de la cultura impide el reduccionismo biológico, pues aunque afirmamos la importancia de lo biológico, el hecho de que somos animales, en nuestro caso "lo genético no determina lo humano sólo funda lo humanizable" (Maturana). Por tanto si es cierto que nos hacemos humanos entrelazados con los humanos, entonces se es humano a semejanza de aquellos de los que procedemos pero sobre todo de aquellos con los que vivimos y conversamos, es decir nos hacemos humanos de acuerdo a la sociedad a la que pertenecemos.
Veamos pues este recorrido: El animal humano ha tenido, hasta ahora más éxito que ninguno de los mamíferos superiores con los que está emparentado. La prueba irrefutable es que domina el planeta, ha subyugado todas las formas de vida a su dominio, y ha exterminado otras. Además se ha acoplado a las circunstancias ecológicas creando formas tan diferentes de humanidad, que unos llegaron a considerar a otros como ajenos, lo que condujo a su conquista o destrucción. Y es que el grupo humano se ha mantenido vivo y multiplicado, más allá de lo imaginable y soportable, por los impulsos básicos propios de todos los mamíferos gregarios, la cohesión y la rivalidad, la competencia y la cooperación, aunque en esto último como dice Bertrand Russell es " donde no ha obtenido un éxito total".
En realidad habría que puntualizar que cuando hablamos de competencia nos referimos a la adquisición de un lugar preferente en el grupo al que se pertenece y no que el animal humano se haya visto así mismo como una especie compitiendo contra otra especie. No hay datos que apoyen esta posibilidad Al animal humano le interesan los suyos a los que puede llamar sus amigos, aunque compita con ellos, y se guarda claramente de los otros a los que puede llamar sus enemigos, bien sea por el conocimiento o desconocimiento de sus intenciones, o porque no se dejan comer sin presentar una lucha feroz. Es con relación a estos últimos, los enemigos, que los individuos sobresalientes del grupo recaban la cohesión y la cooperación.
El éxito innegable de la cooperación que conduce a la victoria aumenta la ascendencia de los individuos sobresalientes sobre sus amigos, fortalece las relaciones de dependencia y crea unos superindividuos que ejercen el dominio de cara a los suyos en el acto mismo de recabar la cooperación para vencer a los enemigos. Así el dominio queda justificado como un medio para asegurar la cooperación, que conduce a la derrota de los enemigos y garantiza la existencia del grupo.
Cuando uso la palabra justificado no me refiero a ningún tipo de razonamiento o argumentación ideológica de la necesidad del dominio sino a la importancia que adquiere en nuestras vidas quien nos conduce a la exuberante experiencia de la victoria. Se trata pues de una importancia cultural. Así, me parece, queda instalado el domino en la formación social sobre el impulso cooperativo que lo hace posible.
Ahora bien si como dice Maturana, " La conducta social esta fundada en la cooperación no en la competencia. La competencia es constitutivamente antisocial porque como fenómeno consiste en la negación del otro", entonces podemos inferir que la instalación del domino social es, al mismo tiempo, el comienzo del desasosiego social y, en consecuencia, la historia puede ser entendida como el esfuerzo continuo de la vida para reinstalar la cooperación y cohesión en el grupo humano.
El animal humano tiene ya varios millones de años de existencia, pero la historia que podemos recordar y documentar como civilizada, solo tiene un poco mas de diez mil años y muestra sin duda la trayectoria del dominio y el desasosiego que la acompaña. Sólo trazaré una visión panorámica de este trayecto.
Todos podemos recordar cómo se nos ha dicho y enseñado que las culturas o al menos las culturas dominantes a las que consideramos pertenecer, tienen orígenes épicos heroicos. Los pueblos fueron fundados por guerreros que lucharon batallas descomunales para defender la vida, prole y territorio del grupo. La victoria sobre el enemigo los viste de grandeza extraordinaria, los distingue como héroes en la organización social y conserva y agranda cada vez más en la memoria colectiva del grupo, hasta darle en algunos casos el nombre de dioses.
Las cualidades fundamentales, ya que sirven de fundación de las características del grupo, son cualidades guerreras que exaltan la fuerza, la valentía, el dominio y la temeridad ante el enemigo, pero también la magnanimidad con los del grupo propio, la defensa de los intereses de todos, la habilidad para reclutar a su favor la acción colectiva y de levantarse como símbolo unificador.
Los descendientes de estos héroes fundacionales, que no son necesariamente los biológicos, son los que reencarnan las cualidades y consiguen el dominio interno del grupo. Mientras estos consiguen mantener un balance entre dominio y cooperación, el grupo aumenta sus satisfacciones y crece en número, pero cuando el dominio se torna arbitrario y obstaculiza las fuerzas cooperativas, hemos visto surgir la rebelión, una y otra vez, como la mejor forma de cooperación posible en defensa de la vida.
Este sinuoso trayecto del dominio, entre reivindicaciones de las fuerzas cooperativas, tiene su culminación en la construcción y fortalecimiento de una forma específica del poder que se concentra en una sola persona. Sea el padre ancestral de la horda humana, el jefe de la tribu, el héroe, el emperador, el papa, el señor feudal o el rey. Esta última, la monarquía, es la mas reciente en nuestra memoria individual y colectiva. Por supuesto, no ignoramos que el macho dominante excepcional (así ha sido hasta hace muy poco) está rodeado, además de toda clase de subordinados en orden decreciente de importancia que participan del poderío y de sus prebendas económicas y culturales.
El poder, como la vanidad, es insaciable y su ejercicio no lleva a darse cuenta de sus límites sino a creer que no los tiene. Cuanto más se ejerce el poder, que consiste en tomar decisiones que afectan a los demás, sin contar ni dar cuentas a nadie, más crece el deseo de mando y sus posibilidades, pues también crece la adulación, el sentido de omnipotencia, el servilismo de los subordinados y el conjunto de ideas e instituciones que lo justifican. Así los sistemas teológicos y filosóficos fundamentan la relación de dominio, las artes la glorifican y enaltecen, las religiones que la bendicen y la emparientan con los dioses, la literatura que los ensalza, la arquitectura construye los monumentos que lo inmortalizan, desde las pirámides, los arcos de triunfo, las catedrales, los Palacios, y sus últimas versiones presidenciales, la casa Blanca, el Kremlin Más adelante todo un sistema educativo y de indoctrinación diseñado para inculcar la obediencia al poder, y a todos sus actos que toman el nombre de orden, sin el que la vida social sería imposible. Y últimamente la ciencia y la tecnología armando al poder con armas químicas y bacteriológicas que hacen palidecer a las bombas nucleares.
Creo que Russell lo expresa con humor cuando dice que " el estudio de la historia desde la construcción de las pirámides hasta el momento actual no es muy alentador para el ser humano."
Deseo llamar su atención particularmente sobre la relación de la filosofía y el dominio por dos razones, la primera porque soy filósofo y la segunda porque lo que afirma la filosofía es o pasa a ser parte del lenguaje cotidiano y por tanto de la conversación de la cultura. Durante toda la cultura de dominio la filosofía ha sido fundamentalmente ontológica, todo su esfuerzo reflexivo ha estado dirigido a contestar a la pregunta sobre el ser, ¿ qué es ser? ¿En qué consiste el ser de las cosas? . La respuesta fue afirmar lo que es, y negar lo que no es, de manera que la realidad queda dividida en dos, sin lugar a una tercera posibilidad.
La consecuencia inmediata de esta división entre el ser y la nada, es la división misma de la realidad en forma semejante. Si colocamos al inicio de la lista al ser y la nada, podemos continuar con, lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo correcto y lo incorrecto, lo elegante y lo vulgar, lo mejor y lo peor, y así sucesivamente.
Otra consecuencia es que las cualidades de las cosas, la lista descrita anteriormente, es parte de la misma realidad, hay cosas buenas y malas, bellas y feas en sí, independientemente de lo que nadie pueda pensar de ellas, es más sean o no pensadas. Sean o no percibidas las cosas son lo que son. La tarea de la filosofía era definirlas, decir en que consistían.
Claro, ya pueden ustedes pensar que de la lista mencionada, todo lo que corresponde al ser, en el par ser y nada, es propio de los dominantes en la relación de poder, y lo que corresponde a la nada es propio de los dominados. Esta distribución no ha cambiado mucho.
Parece ser que podemos inferir que el pensamiento filosófico, en general, con todas sus pretensiones de verdad está condicionado por la relación social en la que nace y vive, y se convierte sin quererlo en una justificación de ella. Y lo mismo podemos decir de los estudios humanísticos que aceptan como verdadero el supuesto ontologísta de la filosofía, que es realmente teológico, y presentan como normal la relación de dominio, e impulsan como cualidades humanas excelentes, la forma de ser, pensar y actuar que acompañan al poder y al éxito social. Mientras que muy raras veces presentan la otra parte de la relación, la vida y pensamiento de los dominados, porque como dice Russell aun hoy "el poder se utiliza para proporcionar a los fuertes una parte excesiva de las cosas buenas y para dejar a los débiles una vida de trabajo y miseria".
Todo este conjunto ideo-tecnológico, ha logrado en un tiempo humano, relativamente largo, hacernos creer que la relación de dominio y la desigualdad creada por ella es natural, que esto es así y que no hay otra manera de vivir. Tanto que aunque afirmamos que todos somos iguales, no estamos igualmente de acuerdo en que deberíamos ser socialmente iguales. Ejemplo, que todos deberíamos tener los mismo independientemente de nuestro trabajo, profesión y lugar en la sociedad.¡ Esto es considerado una idea bonita, pero sin sentido !
La fuerza cultural del dominio, o la cultura del dominio, es tal que aun sin vivir en un reino con su monarca, se habla del reino de los cielos, del rey de la selva, llamamos princesas a las niñas, reinas a las madres, príncipes a los niños y a los amores. Rey de los mares a los barcos más grandes. Las ciencias, con su presunción de impersonalidad, hasta hace poco o tal vez aun, hablan del reino animal, vegetal y mineral. Las multitudes aun lloran la muerte de la princesa Diana, y se emocionan ante el paso de un rey, presidente, gobernador o papa. Y quien no ha cantado aquello de " Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley. No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el Rey".
Podríamos preguntarnos, en vista de la preponderancia del dominio, qué pasó con aquella afirmación que hicimos al principio sobre el impulso cooperador de la vida.
Pues bien, primero hay que entender que en las relaciones descritas anteriormente, sigue existiendo el impulso a la cooperación. Solo que la dinámica del poder fragmenta la sociedad en grupos entre los cuales ejerce sus relaciones de dominio, pero no puede impedir que estos a su vez creen en su interior relaciones de cooperación. Así cada uno coopera en su grupo, pero cada grupo no lo hace con los demás sino contra los demás.
Esta consecuencia, creada por las relaciones de dominio, obliga al poder a fortalecerse creando mas y mejores mecanismos de control y fuerza social, con la intención de resolver los conflictos. Pero no puede hacerlo porque las causas formativas del conflicto social y de la cohesión excluyente de los grupos son las mismas relaciones de dominio. De manera que lo único que consigue con todos los mecanismos coercitivos, en el mejor de los casos, es un estado aceptable de confrontación permanente, una guerra de baja intensidad. ( a low intensity warfare). Esta confrontación permanente, es lo que se llama el orden social y si ha permanecido hasta ahora no ha sido por la coerción y el dominio sino sobre todo por la cooperación y cohesión desplegada por cada uno de los grupos y la aceptación del dominio como un mal del que aun no pueden desahacerse. Por eso la historia muestra con una recurrencia abrumadora los estallidos de los dominados, aunados en cooperación, contra el dominio insoportable.
Pero aunque en todos los casos se han construido relaciones mas cooperativas nunca han sido suficientes para transformar la competencia en cooperación, de manera que se compitiera cooperativamente y se cooperara en la competencia. Las relaciones de dominio volvieron a aparecer junto a todos los artilugios del poder, como si se tratara de un sino inevitable. Pero no lo es.
Creo que debemos regresar al principio y recordar que toda nuestra realidad humana es social y somos personas, porque somos seres sociales. Por tanto hemos sido construidos en y por la cultura, de manera que en esta construcción debe estar la clave que pueda resolver lo que parece inevitable.
El nuevo milenio, y esto es anecdóticamente occidental y cristiano, parece comenzar con un alejamiento de la visión ontológica y sus categorías de la que es una muestra la llamada postmodernidad. Los procesos formativos causales de la configuración cultural que se presiente, comenzaron a finales del siglo XIX con la crisis de los imperios europeos, y continuaron en el veinte con las llamadas guerras mundiales, que fueron en realidad guerras civiles europeas, las ideologías capitalista y comunista y las guerras locales sucesivas que aun continúan.
Junto a ellas la revolución industrial y científica, el desarrollo de la tecnología, la Evolución de las especies de Darwin, la física nuclear, la Teoría de la Relatividad, la teoría cuántica y el principio de incertidumbre. Además los movimientos de emancipación de la mujer, las luchas del sindicalismo, la afirmación de las minorías de su derecho a existir como diferentes y toda una filosofía y pensamiento asistemático y crítico, junto a unas artes que se alejan de la representacionalidad, han dado al traste con la objetividad y neutralidad supuesta por la relación de dominio y han quebrado su cultura.
Por supuesto, que las consecuencias de estos procesos no han llegado a todos los lugares humanos con la misma intensidad, ni han reestructurado las relaciones de dominio de la misma manera. Los cambios culturales son casi como los evolutivos, más lentos de lo que nos gustaría que fueran. No obstante considero que nos hallamos en una situación cultural propia para la expresión de las fuerzas de la cooperación y la cohesión humana, pero con diferencias importantes a otros momentos históricos. Pues esta vez se trata de cooperación pero sin negar las diferencias, porque hemos aprendido que las diferencias, son precisamente la riqueza de la vida, que la diversidad es una de las expresiones fundamentales de la evolución y que intentar suprimirla es absurdo, de manera que cuanto mayor es la diversidad mas se asegura la vida. Además, la cooperación, que respeta y acepta las diferencias, mantiene el estímulo cultural a un nivel óptimo de manera que todas nuestras actividades, trabajo, estudio, profesión, nos proporcionan satisfacción y alegría de vivir.
Ya nos encontramos muy lejos del afán uniformador del poder y de la imposición de criterios universales de normalidad. De ahí el desprestigio ascendente de los poderes políticos y de todas las instituciones de dominio social.
Por otro lado, la aceptación de que somos resultado de un proceso evolutivo material y no los hijos de alguna clase de dioses, nos ha acercado a los animales que viven a nuestro lado y hemos recuperado el amor a la tierra como casa común, que debemos cuidar con esmero. Pues ni la tierra, la mar, ni los animales se nos dieron, y menos para nuestro dominio. La única manera que podemos vivir es en cooperación con su naturaleza de la que somos tan expresión como ellos.
También hemos aprendido, ahora también con Maturana, que todo lo que se dice, lo dice un observador, y que ese observador, observa siempre desde una perspectiva. Esto ha sido rechazado por el poder como la causa del desorden, pero ahora nosotros sabemos que no conduce al desorden sino a la conversación, a la búsqueda de una perspectiva de consenso, que se construye con un diálogo apasionado, pero abierto, con la seguridad que da el conocimiento de que no hay nada seguro, de que todo lo que decimos tiene siempre un margen de incertidumbre.
Por tanto, si la verdad es siempre la verdad de un observador, y solo se da en el lenguaje, entonces, la verdad consiste en el acuerdo a que llegamos en la conversación según la información que tenemos.
Tal vez esta sea una de las definiciones más hermosas de la verdad.
Primero, porque es una definición que esta viva al ser dialógica y cooperativa.
Segundo, porque coincide con la naturaleza conversacional de la cultura
Tercero, porque es incompleta, ya que la conversación nunca termina mientras haya hablantes.
Cuarto, porque es revisable, pues siempre aparece más y mejor información
Quinto, porque elimina la posibilidad de la dictadura de lo verdadero, al reducir la verdad a la modesta categoría de menos incierto.
Sexto, porque acoge todas las perspectivas igualmente en la conversación.
Séptimo, pero no último, imposibilita el dominio, pues mantiene viva la conversación.
Las humanidades, aun cuando han sido condicionadas también por la relación de dominio, mantienen en su seno la necesidad de la conversación, pero pienso que debemos cambiar la perspectiva y comenzar a mirar los textos y contextos para descubrir en ellos el impulso cooperativo y cohesivo que nos ha permitido llegar hasta este momento de la evolución humana.
Debemos estar atentos al lenguaje que refleja y justifica al orden establecido por el dominio, y dejar de llamar:
Insurrección a la lucha por una vida más justa
Subversivos a los que quieren construir otro orden.
Agitadores a los que portadores del descontento
Problemáticos, a los críticos del poder
Revoltosos a los trabajadores en huelga.
Rebeldes a los que afirman su identidad e independencia.
Vagos a los desempleados
Estos ejemplos muestran como el poder inventa nombres negativos para las acciones y proyectos de los dominados y tiene tal persuasión que llegan a gustarle y se refieren a sí mismos con ellos. ¿A quien no le ha gustado que alguna vez lo llamen revolucionario, anarquistas o rebelde?
Las humanidades deben revisar el vocabulario tradicional con el que se devalúa los acontecimientos y manifestaciones artísticas de la cooperación y movimientos de los dominados, y definirlos de acuerdo a su realidad afirmativa.
Solo quiero recordarles como el Ideólogo presidente Reagan llamó a los mercenarios que desolaron Nicaragua "los soldados de la libertad" y a los bombardeos desbastadores "golpes preventivos". Mas recientemente a la guerra del golfo la llamaron "tormenta del desierto" y "zorro del Desierto" y a los misiles con ojivas nucleares, capaces de borrar de la faz de la tierra a pueblos enteros, "Vigilantes de la paz" , y ¿ qué me dicen de la "guerra de las estrellas"?
Esta operación de "reconversión" semántica puede tomarnos bastante tiempo, pues primero debemos recobrar la perspectiva de los dominados y de las fuerzas cohesivas, para poder encontrar todas las expresiones, palabras y narraciones que sirven de vehículo a las relaciones de dominio en nuestro propio discurso, y entonces dejar emerger las otras. No va a ser nada fácil.
Podemos comenzar con el lenguaje ordinario, por ejemplo lo que he llamado la "gran metáfora": arriba y abajo, en un artículo que sólo esboza el origen del pensamiento jerárquico, y pasar al discurso oficial de la academia y de los libros de texto, y reescribirlos desde la perspectiva afirmativa de la validez de la diversidad y la horizontalidad.
También debemos comenzar a buscar los textos y expresiones artísticas rechazadas por heterodoxas y populares, las que descubren el dominio y sus tretas, los que desnudan a la autoridad, introducen el orden y la alegría de la diferencia. Tenemos suficientes datos en la vida humana rechazada por la versión oficial, para poder hacerlo.
Esta es una propuesta modesta para comenzar una reflexión sobre las humanidades de otro milenio, que parece inclinarse a favor de la cooperación, la diversidad, y el entrelazamiento de culturas y personas. Pienso que si la llevamos a cabo, descubriremos el valor de la concertación y la necesidad de contar con todos para todo, que es la condición necesaria para la existencia de una sociedad realmente democrática y una vida humana de alegría y con sentido..
Pero no se preocupen, que tampoco me hago muchas ilusiones, pues también se que los animales humanos somos capaces de hacer las cosas mucho peor de lo que las hemos hecho hasta ahora.
José Manuel Maldonado Beltrán
Universidad de Puerto Rico
Colegio Universitario de Aguadilla
Carolina, Agosto de 1999
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