Aguadilla 12 de octubre de 2000
La mayoría de las personas se refieren al trabajo como aquello que necesitan hacer para vivir mejor o por lo menos para poder vivir lo mejor posible. La mayoría, también espera y desea que su trabajo sea interesante, que provoque la imaginación, que no sea aburrido ni se convierta en una rutina. Otros esperan o convierten su trabajo en una actividad creativa, presentando puntos de vista diferentes, uniendo distintas perspectivas, haciendo nuevas preguntas. Las personas que logran unir todos estos elementos en su trabajo tienen una vida satisfactoria, un trabajo que produce alegría y en algunos casos también pasión.
Todos nosotros venimos a la Universidad con el deseo de aprender para mejorar nuestra vida. Claro, que esto parece ser difícil de definir y cuando preguntamos a otros o nos oímos hablando con otros, casi siempre sale a relucir que mejorar la vida es tener más dinero del que tenemos actualmente. Para eso pensamos que es necesario un buen trabajo, que a su vez se define como bueno precisamente porque nos recompensa con más dinero. O sea.
Bueno. La buena vida y el dinero son compatibles. Pero no están unidos necesariamente. Pues hay buena vida sin dinero y dinero sin buena vida. Me atrevo a decir que dada la clase social de la que somos parte, desposeídos de capital, con tan solo nuestra fuerza de trabajo y conocimientos, deberíamos centrar nuestros esfuerzos en potenciar al máximo lo que tenemos. Pues la buena vida debe partir más de lo que se es y se tiene que de lo que se quiere ser o poseer. Es cierto que esto también es parte del vivir, pero no debería ser determinante. La persecución del futuro ignorando las condiciones del presente puede ser destructiva. La desclasificación sicológica produce frustración y resentimiento.
Por tanto lo más probable es que el camino más a la mano para vivir una buena vida va a ser nuestro trabajo, de manera que debemos potenciar al máximo sus posibilidades y su futuro.
Obviamente que se trata de adquirir los conocimientos necesarios, los que podríamos llamar del pensar mecánico, pero que deben ir acompañados de un sentido de valoración de nuestra propia vida, es decir, de nuestro trabajo como ser propio. El trabajo que niegue nuestra dignidad personal, no puede conducir a la buena vida. El trabajo que no nos tenga en cuenta a la hora de tomar decisiones que nos afectan, no conduce a la buena vida. El trabajo que no remunera nuestros conocimientos y esfuerzos proporcionalmente, tampoco conduce a la buena vida. El trabajo que nos usa como medio y no como fin, niega la buena vida. El trabajo que nos separa de los demás y nos convierte en antagonistas, solo produce conflicto. Aislados y en contra nos devaluamos. No hay buena vida en eso.
La naturaleza o estructura del trabajo es social de manera que la buena vida de los trabajadores/as también lo es. Debemos trabajar teniéndonos en cuenta unos a otros. Para eso es necesario construir, con l@s demás, lugares de trabajo donde no se decida desde el centro, desde arriba ni desde el escritorio, sino desde, en y con el trabajo de tod@s. La buena vida sólo es posible en solidaridad.
Esto también deberíamos aprenderlo en la Universidad.
José Manuel Maldonado Beltrán.
Departamento de Humanidades
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