jueves, 11 de enero de 2007

Hegemonía y entorno

Semana de las ciencias sociales

UPR en Aguadilla

25 de marzo del 2004

El tema es muy amplio así que voy a ceñirme al punto de vista ético de la relación hegemónica invisible tal vez más espectacular de todas. La relación de dominio que tenemos con los animales no humanos.

La ética es la parte práctica de la filosofía que pretende responder a la pregunta de cómo debemos comportarnos con l@s demás. Respuesta que, en nuestro tiempo de cultura democrática, responde con un "teniéndolos en cuenta".

Ahora bien este "teniéndolos en cuenta" se expresa de muchas maneras. Desde la representatividad política, hasta el viejo lema de que "tod@s debemos ser parte de las decisiones que nos afectan, simétricamente" es decir en la medida que nos afectan. Si aplicáramos esto inmediatamente a nuestra relación con los animales, para algunos sería una catástrofe.

Pero hay otro elemento ético que también debemos tener en cuenta, se llama la compasión. La compasión es necesaria para que el punto de vista ético pueda transformar la acción personal y colectiva "teniendo en cuenta los intereses de los demás".

Un primer aspecto de esta relación transformadora es el reconocimiento racional básico de que nuestro interés personal no es más importante que el de los demás, simplemente por ser el nuestro, como dice Peter Singer. El entorno en toda su variedad y riqueza biótica y abiótica desmiente rotundamente semejante creencia.

Un segundo elemento de la compasión surge de la capacidad para sentir el sufrimiento de los demás como propios. O como le llaman algunos sicólogos "el desplazamiento motivacional" que implica que no sólo se tiene un estado mental de preocupación y responsabilidad por los intereses ajenos sino que hay una identificación entre esos intereses y los propios.

El tercer elemento es la convicción de que con la preocupación por los demás, la identificación con sus necesidades y la búsqueda de soluciones que conduzcan al bienestar de los demás, contribuimos al nuestro. Sería eso de que "la mejor manera de ocuparme de mí es ocupándome de los demás". Recuerdo que Erich Fromm en su libro El arte de escuchar decía que "los pacientes en terapia creen que el mejor camino para curarse es concentrarse por completo en los propios problemas. No es el mejor camino, es el peor".

Me parece que la compasión, así entendida, es la que sostiene a todos los activistas de proyectos alternativos. Desde el Foro Social Mundial hasta los menos reconocidos a nivel vecinal. Es la actitud ética la que descubre la vida como un ejercicio de vivir con y al lado de los demás y no a costa y encima de los demás, parafraseando al subcomandante Marcos.

Una vez establecida la base, veamos nuestra relación con los demás animales no humanos, es decir la parte biótica de nuestro entorno más cercano.

¿Por qué habríamos de ocuparnos en la ética de los animales no humanos, podría preguntar alguien?

Bueno la ética se ha ocupado históricamente de establecer qué hace que un acto sea moral. Es decir se ha ocupado de la naturaleza de la conducta moral.

Pero hay otra cuestión que no se ha tocado mucho que es sencillamente ¿quién o qué constituye una comunidad moral? La pregunta ha sido prácticamente permanente pero la respuesta mayoritaria no ha permitido, hasta hace poco, replanteársela con carácter de urgencia. Porque la respuesta ha sido y sigue siendo mayoritariamente que la comunidad ética es la comunidad humana y que, por tanto, el comportamiento ético, es decir, ese tener en cuenta a los demás, se extiende solamente a esa comunidad.

De manera que la comunidad moral es en realidad un club muy exclusivo, como diría Mark

Rowlands en su libro Animals Like Us, que recomiendo totalmente. Es tan exclusivo que es realmente minoritario si miramos al entorno.

Pero si recorremos su historia veremos que ha tenido que ampliar la membresía cuando los bárbaros considerados no humanos del todo, por alguna supuesta carencia o diferencia, han presionado por su inclusión. Los esclavos, las "otras"razas, las mujeres, los homosexuales, lesbianas y transgénero, son etapas dolorosas de lo que cuesta ampliar la comunidad moral. Porque "los grupos humanos dominantes siempre se han definido a sí mismos como superiores mediante la distinción que establecen con los grupos dominados. Así los blancos definen a los negros a través del contenido de melanina en la piel; los hombres se distinguen de las mujeres por características sexuales primarias y secundarias. La distinción empírica es utilizada para hacer parecer que son las diferencias en sí mismas, y no sus consecuencias sociales, las responsables de la dominación de unos grupos sobre otros"( Mason y McCarthy Cuando los elefantes lloran: la vida emocional de los animales).

Los excluidos del club de ética con derecho a consideración de sus intereses tienen además una característica peculiar. Son invisibles. Las consecuencias de la invisibilidad no son precisamente muy rentables para los últimos que presionan las fronteras de la exclusión hegemónica. De hecho algunos adquieren visibilidad cuando son cazados por placer, cuando nos divierten con su dolor en las peleas de gallos y de perros; o cuando son acorralados y asesinados en las corridas de toros, o maltratados en los circos y encarcelados en los zoológicos, por citar algunas de las formas en que reconocemos su existencia. Y no olvidemos el abuso de animales en la experimentación, científica y comercial, tan antigua y justificada, que ya un anónimo contemporáneo de Descartes, según narra David Edwards, describía el resultado de la tesis cartesiana de que los animales eran mecanismos de relojería. Por tanto, no se podía abusar de ellos, como decían algunos sentimentalistas. De manera que para los creyentes del cartesianismo, que aún los hay, "Los científicos cartesianos, administraban palizas a los perros con una indiferencia absoluta y se burlaban de aquellos que se compadecían de las criaturas, como si pudieran sentir dolor. Afirmaban que los animales eran como relojes; que los lamentos que emitían no eran sino el sonido producido por un pequeño resorte que había alcanzado, pero que el animal no sentía nada. Clavaban a los pobres animales por las cuatro patas a un tablero y les practicaban la vivisección para observar la circulación de la sangre…"

Para que no se objete que hablo del siglo 18 puedo citar un párrafo de la Ley de protección de aves de 1954, de un país tan civilizado como Inglaterra que dice: "Toda persona que mantenga o encierre a cualquier especie de ave en una jaula o receptáculo cuya altura, anchura y profundidad no sean suficientes para permitir que el ave pueda extender libremente las alas, será culpable de una ofensa a la ley y estará sujeto a una pena especial". Pero si acaso nuestra sensibilidad ha quedado maltrecha, por eso de que el concepto de una "jaula cómoda" nos parece digna de manicomio, se añade una disposición especial que restringe la aplicabilidad de la ley: "En el entendimiento de que la sub sección anterior no será de aplicación a las aves de corral."

Uno tiene que preguntarse por qué esta distinción para inmediatamente acordarse de la muerte de miles de gallinas en los corrales industriales de Pollo Picú transmitidos en directo por televisión. En estas fábricas de engorde donde puede haber amontonados en cada nave entre 30 a 40 mil pollos, los animales han sido seleccionados para engordar dos veces más rápido que hace treinta años. Pero sus patas y sus corazones son los mismos. El resultado es que la masa muscular se desarrolla más deprisa que el esqueleto, lo que provoca que se rompan las patas por no resistir el peso de manera que los dolores en las articulaciones son muy agudos así como otros problemas óseos. Por esta causa mueren al año al menos dos millones y medio al ser "cosechados" para matarlos. Muchos mueren por incrustación del fémur a la altura de la cadera al ser agarradas de una sola pata por los cosechadores, pues les origina una hemorragia interna.

No obstante la actitud de la industria es que "Una gallina ponedora no es más que una máquina que transforma la materia prima, el pienso, en un producto terminado, el huevo".

Permítanme un dato mas: la porcicultura afirma categóricamente que: "Ni se les ocurra considerar a los cerdos como animales. Trátenlos como si fueran máquinas de una fábrica. Programen los tratamientos como si se tratara de cambios de aceite, consideren el apareamiento como el primer paso en la línea de montaje y procedan a su comercialización como si se tratara de productos manufacturados".

Me parece suficiente, pero si quieren presenciar la crueldad visualmente pueden buscar en la página de PETA donde hay suficientes testimonios visuales para afirmar que el título del libro de Charles Patterson, Eternal Treblinka: Our treatment of Animals and the Holocaust", no es una metáfora.

Por supuesto que esto va a ser muy difícil de cambiar. ¿Saben por qué? Pues porque nuestra relación con los animales no humanos es más íntima que ninguna otra, de ahí su invisibilidad. Ellos no sirven nuestra mesa o se sientan en un lugar subordinado de ella. Ellos, los animales, son nuestro menú. Por eso va a ser más difícil que cualquiera de los procesos anteriores de liberación e inclusión en la comunidad moral.

Pero vamos a seguir: ¿qué nos separa de los animales para que no puedan ser miembros del club de ética, para que no tengan derecho a ser tratados con consideración y se tengan en cuenta sus intereses?

La respuesta es muy simple y quizá por eso no se ha cuestionado tanto. No son humanos!

Es decir que la diferencia se debe a que no poseen el genotipo de homo sapiens. Pero si nosotros que creemos en el paradigma igualitario hemos afirmado y defendido que las características biológicas como la raza, el sexo y sus modalidades, no son moralmente pertinentes, ¿cómo podemos defender que el hecho de pertenecer a una especie lo sea? Es necesario afirmar que si llamamos racismo y sexismo a las posiciones anteriores, tendremos que ser consistentes y llamar especieismo a esta última.

Otros afirman que no se trata del hecho de pertenecer a una especie, algo que no escogemos y no puede ser moralmente pertinente, la diferencia estriba en la racionalidad que los animales no poseen. Bueno realmente se trata de una suposición falsa. Tenemos datos empíricos suficientes que muestran que la racionalidad no es una prerrogativa exclusiva de los animales humanos. Vea, por ejemplo el libro Proyecto el gran simio, de Paola Cavalieri y Peter Singer, y los citados anteriormente.

Pero aún así, puede la racionalidad como dicen los filósofos, ser la condición de posibilidad de la moralidad? Prima facie podemos afirmar que en cuanto se necesita el uso de la razón para preguntar qué debo hacer en este caso o momento, podría serlo. De manera que sólo el que se pregunta por la moralidad, el agente moral, puede ser evaluado moralmente. La ética parecería ser un asunto de agentes morales, pero, como dice Paola Cavalieri, un asunto es el cómo de la moralidad, es decir la condición de posibilidad de la ética, y otro es el qué, es decir el objeto de la moralidad.

En cuanto nos percatamos que además de ser agente moral, el animal humano también es paciente moral, la cosa cambia, y cuando terminamos de ver que no es el único paciente moral, es decir el único que debe ser considerado, más aún.

Es decir, todos los agentes morales son pacientes morales, pero no todo los pacientes morales son agentes morales. Así, no son agentes morales, pero sí son humanos, quienes tienen daño cerebral severo y no tan severo, los locos permanentes, los que padecen locura temporal, senilidad, alzhaimer, los bebes y lo niños.

Ninguno de estos casos puede actuar moralmente, pero no por eso podemos ignorar sus intereses o no tener en cuenta como serán afectados por nuestros actos. Por eso no los torturamos para divertirnos. Se trata de que los pacientes humanos morales son esa clase de animales que tienen derechos pero no responsabilidades. Es decir no les negamos su categoría ética porque no tengan responsabilidades como los agentes morales.

¿Acaso no hablamos de los animales no humanos aquí?

Otro argumento de la racionalidad mas sofisticado es que sólo los animales racionales son capaces de acuerdos inter subjetivos, que son los que hacen posible la ética.

Se trata de la tesis contractual que sólo reconoce consideración a los que pueden reciprocar. De ser así la norma ética sería "tratar a los demás como lo tratan a uno" lo que acabaría con la imparcialidad ética y la compasión. De todas maneras no nos comportamos así en los casos citados.

Ninguno de los argumentos presentados justifica la exclusión de los animales no humanos del club de ética. Por el contrario, demuestran que si éstas son las razones, estamos terriblemente equivocados.

Realmente no tenemos que inventar nuevas razones para abrir el club ético de igual consideración de intereses, a los animales no humanos. Podemos partir de dos principios fundamentales para nuestra vida comunitaria. Sólo se trata de aceptar sus implicaciones lógicas y morales

El primero es el principio de igualdad. Este principio moral establece que debemos tener en cuenta los intereses de todos. No dice que debemos tener los mismos intereses, por tanto, no exige que seamos tratados igual. Pero lo que deja claro es que no podemos desconsiderar los intereses de nadie simplemente por lo que son o cómo son. El hecho de que alguien no me guste o no actúe como yo, no justifica que sus intereses sean desconsiderados.

Los animales tienen intereses, por tanto, deben ser considerados, es decir son miembros completos del club de ética.

El segundo principio, que podríamos llamar "de reconocimiento o mérito" es que no consideramos responsable a nadie por algo sobre lo que no tiene control.

Los asuntos que nos suceden más allá de nuestro control no son moralmente relevantes para la igual consideración de intereses. El color de la piel, el sexo, la raza en la que nacemos, no son moralmente pertinentes y, tampoco, lo es la especie, ni el cociente intelectual, o ninguna de las habilidades o predisposiciones genéticamente recibidas.

De manera que si unimos ambos principios podemos establecer que el derecho a ser tratado con igual consideración no puede ser limitado por asuntos o circunstancias de las que no tenemos ningún control, entonces el hecho de ser de una especie no es moralmente pertinente y se debe aplicar el principio de igual consideración de intereses a los animales no humanos. En consecuencia el trato que reciben los animales no humanos de los humanos es radicalmente anti ético y debe cambiarse.

Es necesario comenzar a reconocer que los animales no humanos no son objetos sino sujetos de derecho y prohibir todas los actos de explotación maltrato y asesinato a los que se encuentran sometidos por no otra causa que el dominio.

¿Si existieran los dinosaurios pensaríamos de manera diferente?

Es necesario reconocer vitalmente que el sufrimiento de los animales no es algo secundario. La misma compasión que sentimos por los animales humanos debe extenderse a los demás, si queremos ser mejores humanos. Como dice Peter Singer: "Si un ser sufre, no puede existir ningún tipo de justificación moral para rechazar que ese sufrimiento sea tenido en cuenta." La ampliación del ámbito de la ética significa que ampliamos el bienestar, la alegría, el placer de vivir, y que eliminamos, en lo posible, el sufrimiento, el dolor, la angustia la tristeza de la desconsideración y la muerte violenta y dolorosa.

Tal vez si nos apuntamos a este cambio necesario, podremos recuperar la Compasión. Esa relación especial que también compartimos con algunos animales no humanos, que llena la vida de sentido y alegría. Ya se que no va a ser fácil. David Edwards advierte, en El derribo de la compasión: La codicia, la ganancia y los animales como máquinas transformadoras, que "la cultura mayoritaria tiene un enorme interés en suprimir la compasión por las personas y los animales, más allá de nuestro círculo más íntimo de familiares y amigos. La codicia y la compasión son opuestas. Intereses personales, como los de los anunciantes, requieren que estemos siempre bloqueados en el mismo "modo", que pensemos sobre todo en nosotros mismos y que trabajemos duramente para consumir. Lo último que le gustaría ver a un sistema como el nuestro, de maximización de beneficios, sería adolescentes preocupados por las víctimas civiles de los bombardeos en Irak, o por los animales torturados en las granjas. La compasión ha de ser ridiculizada como algo ingenuo y sentimental"

No creo que sea una exageración pues hasta hace poco se promovían iniciativas de sensibilización como las de "Adopte una carretera" De manera que la comunidad empresarial y algunas agencias públicas se dieron a esa noble tarea.

Les aseguro que casi no pude contener las lágrimas ante la imagen posible de la Directora ejecutiva de la Hewlett-Packard, Carly Fiorina, y algunas gerentes generales también, amamantando a la carretera 110 que conduce a la fábrica de Aguadilla.

De manera que difícil, sí. Imposible no.

¡Me niego a creer que estemos tan enfermos!

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