jueves, 11 de enero de 2007

La Memoria del Futuro

Aguadilla 14 de marzo de 2000

III Semana de las Humanidades

Durante esta tercera semana de las Humanidades hemos asistido a la celebración de algunas de las actividades más importantes de la vida humana

Hemos oído hablar del teatro en unas circunstancias aterradoras. Ese actuar que todos llevamos a cabo, con mayor o menor conciencia, en el que se van construyendo nuestras vidas a partir de un libreto inédito donde cuenta más lo que queremos ser, algunas veces a pesar de lo que somos.

Hemos asistido a conciertos, de banda y de coro, y a explicaciones interesantes de la maravilla de la música. Algo tan extraordinario que ya no nos asombra, pero que basta para unir las culturas y a los demás animales que pueblan este planeta, porque la música es tan primordial como el sexo.

Hemos sido parte de ese viaje histórico de la arqueología, a un tiempo cercano de amables aborígenes en lugares tan lejanos en la proximidad como Vieques, donde hoy se afirma como quieren vivir las personas de carne y hueso contra excusas de ideas universales falsas como la seguridad nacional.

Luego asistimos asombrados a la magia de la palabra tornada poesía, multivalente, polisémica, desconcertante, hurgando inconscientes, irreverente y creativa, perfectamente inútil como el gozo, la alegría, el baile y los muslos tensos de la pasión.

Pasamos también por la seducción del cine. Un cine profético, anticipatorio, preocupado con lo que construiremos a partir de lo que se anticipa como inevitable, designado por eso como ciencia-ficción, casi verdad, otro no imposible del que no podremos escapar precisamente porque está siendo construido por nosotros, que somos su memoria. Ya fija en el pasado de nuestro futuro del que quisiera hablar hoy, antes de que fluya y nos deje.

Ha sido un viaje vivo, sin interés de utilidad alguna, sin proyecciones de empleo, ni planificación estratégica, solo el gozo del deseo, el placer de la hermosura de nuestra contemplación humana, el ansia de saber que nos empuja a vivir, y el ansia de vivir que nos impulsa a saber.

Por eso me propongo plantear que nos preguntemos como quisiéramos ser recordados por nuestro futuro, pero no basado en ciencia-ficción de la que soy un entusiasta seguidor. Por cierto que no creo que haya otra clase de ciencia, sino de los acontecimientos que podemos llamar nuestros, porque son nuestro presente condicionante, como una tendencia de la que surgen los posibles e imposibles humanos.

Plantear como quisiéramos ser recordados supone algunos asuntos.

El primero de todos, que esperamos que haya un futuro, a pesar de las predicciones de que el paso del asteroide, creo que irónicamente llamado Eros, alrededor del año 2025, puede ser muy perjudicial para la salud en el planeta.

Segundo que alguien o algo nos recordará. Puede parecer absurdo plantear nuestro olvido, pero ¿acaso no es más grande el olvido que el recuerdo llamado historia?

Tercero que no sabemos por que nos recordarán. De manera que podemos muy bien plantear cómo quisiéramos ser recordados y por tanto qué debemos hacer para conseguirlo, pero sin olvidar que no hay garantías de que suceda.

Claro podemos decir que aunque se nos recuerde por lo que ahora no podemos imaginar, también se nos podría recordar por lo que quisimos que se nos recordara. Pero ni modo, no creo que haya ninguna ley científica, ni determinismo, del recuerdo. Por tanto quizás sea más inteligente, racional, y seguro decidir primero por lo que no quisiéramos ser recordados.

Ya ven que no puedo sustraerme a ese afán de la filosofía de por lo menos tratar de encontrar como no deben ser las cosas, para que a través de su negación surja la afirmación de lo que debe ser. Y así hemos entrado en la filosofía como otra de las actividades que conforman las humanidades, que consiste, como ha dicho Savater, en el esfuerzo racional de "darse cuenta de la realidad". Esfuerzo del que surgieron las múltiples formas de conocimiento, o aproximación a la realidad que aun conviven con ella.

El siglo 21 del que somos parte ya ha sido llamado el siglo de la Globalización.

Lo primero que tenemos que aclarar es que la globalización de los mercados, no ha sucedido independientemente de la voluntad del sistema de producción, sino que ha sido resultado de la decisión de los que controlan y gobiernan el sistema. Se trata de una decisión política que puede ser contrastada por otra, y como toda decisión humana es revisable. Digo esto porque nos han acostumbrado a hablar de las leyes de mercado con un tono científico, como si se tratara de las leyes de la gravedad.

¿ Cuáles han sido los efectos de la globalización?

Según el informe de Anual sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas nos encontramos ante el siguiente panorama:

En los países industrializados una persona de cada ocho sufre desempleo prolongado, analfabetismo y su expectativa de vida es menor a los sesenta años.

En los países en vías de desarrollo, Cerca de 1300 millones de personas no tienen acceso a agua potable, de cada siete niños que deben acudir a la escuela, hay uno que no lo hace. 840 millones de personas están desnutridas y alrededor de 1300 millones de personas vive con ingresos menores de $1 dólar por día.

El informe afirma que "más de 80 países tienen ingresos per cápita menores a los que tenían hace una década o más. Algunos de los países que están peor son los que se integraron mas a la economía global, así en los países del Africa subsahariana el ingreso per capita es menor al de 1970. Las exportaciones representan casi el 30% del producto bruto interno (PBI) mientras que en las naciones industrializadas las exportaciones representan menos del 20% del PBI.

Según el informe, la brecha entre ricos y pobres ya es abismal.

En 1960, los países donde vivía la quinta parte más rica de la humanidad tenían ingresos per capita 30 veces mayores que los de la quinta parte más pobre. Para 1990, la relación se había duplicado a la proporción de 60 a 1, y para 1995 estaba en 74 a 1.

En los Estados Unidos en el 1977 el 1% más rico de los norteamericanos ganaba lo mismo que los 49 millones más pobres.

En el 1999 el 1% más rico de los norteamericanos gana, después de los impuestos, tanto como los 100 millones más pobres. Lo que quiere decir que el 20% más pobre esta ganando menos en términos reales que en 1977.

Para que tengan una idea de la magnitud de esta diferencia basta citar que el mismo informe afirma que un insignificante impuesto del 1% sobre la riqueza de las 200 personas más ricas del mundo podría facilitar fondos para la educación primaria de todos los niños del mundo que hoy carecen de acceso a la escuela.

La difusión de los mercados ha hecho crecer la desigualdad y el sufrimiento globales.

El Informe señala que durante la mayor parte de la historia el cuidado de los niños, las personas mayores, lo enfermos y el resto de nosotros fue realizado por mujeres, sobre la base de la división del trabajo por sexos y la subordinación femenina. Y ahora pese a que las mujeres han entrado en el mercado, en parte por propia elección y en parte por presiones económicas, siguen siendo principalmente responsables por las actividades de asistencia, lo que ha forzado que se dedique menos tiempo a ese cuidado, justo en el momento que los gobiernos recortan los servicios sociales. De manera que sentencia el informe "La expansión de los mercados tiene a penalizar el altruismo y el cuidado de los demás."

Los mercados también han arruinado el medio ambiente

" Las fuerzas conductoras de la globalización siguen poniendo sus beneficios por encima de la protección del medio ambiente, su preservación y sustentatibilidad. La Organización Mundial del Comercio (OMC) dice el informe al igual que otras organizaciones internacionales, refleja los intereses de las naciones ricas las del G7, o a veces sólo los del G-1 Los USA.

Además los países ricos y las multinacionales no son defensores consecuentes de la globalización de los mercados.

Solo lo hacen cuando conviene a sus intereses, por eso apoyan a los gobiernos en sus procesos de privatización, de manera que los productos desarrollados con fondos públicos están siendo monopolizados crecientemente por firmas privadas.

Por último quiero destacar el punto de que los mercados producen y distribuyen bienes a base de la cantidad de dinero que los demanda y no a base de la necesidad. Así que un millón de dólares de un solo individuo crea mas demanda en el mercado que diez dólares de diez mil individuos en estado de necesidad. Peor aun, aunque todos partiéramos de ingresos iguales, el mercado generaría ganadores y perdedores, creando la desigualdad y el dominio de los ricos.

Por eso los mercados son incompatibles con la construcción de una comunidad, ya que dependen de una competencia despiadada y penalizan a aquellos que consideran a los otros como seres humanos.

En consecuencia los valores del mercado son el egocentrismo, la desigualdad y la falta de control democrático sobre la economía.

Pero lo interesante de la globalización económica, es que también es cultural, como nos mostró de manera brillante la reflexión del compañero Fabio Farsi. Según Farsi, el proceso de reconversión cultural de la globalización es la occidentalización y sobre todo la americanización, el desarrollo es sometimiento al FMI y la parte que nos toca a la periferia de los G7 es la adaptación de la cultura Light y el capitalismo inofensivo. Esto es claramente una propuesta política.

Quiero destacar este último asunto porque la economía global proclama que la democracia está unida inseparablemente al capitalismo de manera que cualquier país que quiera progresar y ser parte de la nueva prosperidad tiene que ser democrático y capitalista y es precisamente esta afirmación la que hay que discutir pues entiendo que es una afirmación ideológica contradictoria.

La democracia y el capitalismo tienen profundas diferencias sobre la distribución del poder.

La Democracia cree en la distribución igual del poder político representado en el lema de una persona un voto. Afirma la igualdad de las personas ante la ley y el derecho de todo ciudadano/a a controlar las decisiones que afectan su vida, de manera que el resultado es una convivencia basada en la igualdad y la razonabilidad.

El capitalismo, afirma que la obligación de un buen capitalista es ganar el máximo posible a cualquier precio, independientemente de la desigualdad que produzca y a quien extinga, y aumentar la eficiencia es sacar ventaja de la desigualdad para aumentar la ganancia. De manera que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el capitalismo es perfectamente compatible con la esclavitud. Pero la democracia no.

Por tanto la economía de mercado y su globalización no es compatible con la democracia.

Por eso dije al principio de esta charla que la globalización no fue resultado de ninguna ley natural sino de una decisión económica del Capital. Como dice Edward S. Herman, " la globalización de estas últimas décadas no ha sido escogida democráticamente por los pueblos del mundo, el proceso ha sido impulsado por las empresas y conducido mediante tácticas y estrategias empresariales, para las empresas."

¿ No les resuena aquí esa famosa frase del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, en una versión perversa?

De ahí podemos comprender que cada estrategia global ha sido dirigida a debilitar la soberanía democrática, exigiendo a los gobiernos desreglamentar, es decir eliminar toda ley que limite y obligue a un mínimo de distribución justa de la riqueza producida por el trabajo y haciendo desaparecer toda garantía de trabajo permanente y estable. De ahí las privatizaciones de los servicios y empresas, la reducción constante de impuestos a las empresas multinacionales y la explotación y proliferación de empleos inestables y temporales que han debilitado el movimiento sindical aun en los países más ricos.

Aunque no lo crean he llegado a leer un anuncio en una parada de guaguas de un país europeo llamado España un lema sin duda inventado por una agencia de la sociedad global de industriales que decía " Defiende tu derecho a un empleo a tiempo parcial estable."

No creo que queramos ser recordados por esto.

¿Qué puedo proponer entonces? Me parece que debemos proponer, precisamente lo que la globalización pretende hacer desaparecer, debemos defender y llevar a cabo la idea democrática.

La democracia existente es una democracia electoral, representativa y jerárquica, que mantiene y proclama los principios fundamentales de la igualdad y la participación solo para fines electorales y los secuestra y olvida oportunamente por los túneles oscuros de la representatividad y del poder jerárquico.

Los partidos políticos nos tienen acostumbrados a votar por ellos con entusiasmo, cada cuatro años, y luego hacen lo que quieren sin consultarnos, aun a pesar de nuestras posibles protestas.

Esta democracia representativa es contradictoria, pues si no hay igualdad en el ejercicio de la soberanía, es decir en el ejercicio de la autoridad, el que la ejerce es el soberano y los demás siguen siendo súbditos, aunque representados, pero sin poder decisional, sobre los asuntos que afectan sus vidas.

Por tanto cuando propongo que hay que ampliar y llevar a cabo el programa democrático, quiero decir que no basta con tener unas reglas formales para votar sino que hay que extender a todos/as la posibilidad y capacidad de participar en las decisiones sobre los asuntos que nos afectan.

Este tipo de democracia puede llamarse Participativa no jerárquica o mejor democracia participativa ácrata.

La democracia participativa se fundamenta en el principio de que las personas deben ser parte de las decisiones que las afectan. No se trata de que se nos consulte simplemente sino de que realmente seamos parte de la decisión en la medida que nos afecte.

Este principio elimina la autoridad jerárquica pues remite al grupo del que formamos parte la decisión que entonces se convierte en autogestión.

Claro uno de las condiciones necesarias para la autogestión es que tenemos que garantizar la información, el conocimiento y los datos que se necesitan para llegar a conclusiones firmes según los intereses. Lo que no es tan difícil ya que también estamos en la era de la información.

Esto significa un cambio fundamental en la educación donde tenemos que volver a preguntarnos para qué queremos educar y dejarnos de andar con esas respuestas preconcebidas de la universidad empresarial, para decidir que debemos educarnos para saber vivir bien, que la universidad como institución debe comenzar a plantearse cuáles son los valores que deseamos, que nos importan, que nos llenan como seres humanos.

Si comenzamos este trabajo entre todos y con todos, estoy seguro que lo primero que vamos a encontrar es que los seres humanos tienen prácticamente el instinto de la libertad. Lo digo así para que se sepa de una vez por todas, otra vez más, que es inútil tratar de confiscarla. "No nos gusta que controlen nuestras vidas, - como dice Chomsky-que nos ordenen, que nos lleven de un lado para otro como si fuéramos cosas, ni nos gusta que nos opriman y nos molesta profundamente que no se cuente con nosotros para decidir asuntos que nos afectan. Todos/as queremos hacer cosas que tengan sentido, queremos controlar nuestras propias vidas, nuestro trabajo, bien sea colectiva o individualmente."

Esta condición básica de la existencia humana exige que debemos participar en los procesos decisionales que nos afectan.

Claro como las instituciones educativas por las que hemos pasado, y pasamos, son reflejo de la familia tradicional jerárquica, a su vez reflejo de tiempos anteriores de la supremacía del músculo y la habilidad de la "listura", llamados poder y autoridad, no nos damos cuenta de que se nos ha confiscado la libertad, aunque demostramos de múltiples maneras nuestro disgusto creando una sociedad violenta y conflictiva.

Por tanto debemos comenzar por reestructurar el proceso educativo y las instituciones que lo albergan. Tenemos que comenzar a crear instituciones educativas ácratas, donde la autogestión sustituya la jerarquía, donde los grupos democráticos de trabajo incluyan a todas las personas que lo llevan acabo y la coordinación de todos ellos produzca el plan común de desarrollo aprobado por todos/as.

Estoy seguro que esto no es fácil, porque significa la desaparición de los privilegios del mando en la representatividad, pero a la larga también significa la desaparición de la compra y venta de influencias y de la corrupción, que son radicalmente antidemocráticos.

Las instituciones ácratamente organizadas, y las instituciones son lugares de trabajo, irían desmontando el condicionamiento autoritario, los jefes y los subordinados, los directores y los dirigidos, los de arriba y los de abajo, es decir que se iría democratizando la forma de relacionarnos y en consecuencia de pensar, que a su vez se reflejaría en la reorganización constante de las instituciones.

El trabajo así organizado, fomenta la responsabilidad y la solidaridad, al descubrir que no hay posibilidad de aislamiento y que todos somos responsables unos de otros, pues al tomar parte de las decisiones que nos afectan nos damos cuenta que también afectan a otros, que son precisamente los que tienen que tenernos en cuenta, ya que son parte también de los que deciden.

La solidaridad no es compatible con la iniquidad de la inequidad. Por el contrario, creo que conduce, a corto plazo, a reducir al máximo la desigualdad y, a largo plazo a construir la igualdad que se postula como base de la democracia.

Esta igualdad se refiere a que debe haber un reparto igual de la riqueza, que siempre es socialmente producida, y de las condiciones y circunstancias del trabajo en la institución de la que somos parte.

De lo que se desprende que hay que cambiar la manera de organizar el centro de trabajo.

Aquí me limitaré a parafrasear a Michael Albert, economista y editor la revista Z, en una entrevista dirigida por Kate Redmond, después del Congreso de los Verdes en Minneapolis.

La forma de organizar ácratamente el trabajo es : "Combinar las tareas en ocupaciones de manera que cada persona tenga una participación equilibrada en diferentes tipos de tareas. Algo parecido a ir escogiendo platos de un menú chino para completar nuestra comida. El modo capitalista es tomar sólo uno y llamarlo comida. A algunos les tocan buenos, a otros malos. El modo participativo consiste en servirse una comida equilibrada de una variedad de platos complementarios. Cada persona disfruta de una comida equilibrada y comparable con la de los demás. En el lugar de trabajo, lo que creas es un trabajo y las cosas que escoges del menú son tareas.

En el capitalismo, a cada trabajador se le asigna uno o, como mucho, unos pocos y muy similares tipos de tareas en cada nivel de autoridad, cualificación, grado de poder, etc.,

En la versión participativa (ácrata) se combina en cada trabajo una selección diversa de tareas, de manera que todo el mundo obtenga una adecuada combinación de las tareas más satisfactorias y de las más pesadas. Es esencial hacerlo así; en primer lugar, porque es igualitario. Ya no hay razón para que algunas personas deban tomar riesgos y otros no, para que unos tengan que dar órdenes y otros sólo puedan recibirlas, para que algunos deban ser ricos y otros pobres.

En lugar de que algunos de nosotros seamos encasillados y mantenidos en una relativa ignorancia a causa de nuestro trabajo mientras otros están continuamente mejorando su pericia en la toma de decisiones y monopolizando información relevante, como sucede en el caso jerárquico, con participación y ocupaciones equilibradas todos desarrollamos nuestro potencial para participar con preparación y destreza.

Es la diferencia entre que las elites tomen todas las decisiones o que todo el mundo tenga un papel justo y adecuado, entre que unas pocas personas tengan un poder y una riqueza inmensas, mientras el resto a duras penas salga adelante, o ni tan siquiera eso, o que todos tengan el mismo grado de participación."

Creo que si nos dedicamos a profundizar la democracia y tratamos de llevar el programa implícito en su base filosófica, construiremos una comunidad participativa-ácrata, donde los valores de LA AUTOGESTION PARTICIPATIVA, LA SOLIDARIDAD Y LA IGUALDAD, nos permitirá llevar una vida satisfactoria, creativa e interesante.

Me conformo con que, por lo menos, en la memoria del futuro se nos recuerde como los hombres y mujeres del comienzo del siglo 21 que iniciamos la construcción de una comunidad humana que realmente creía en la Igualdad y la Solidaridad.

La otra alternativa es que seamos recordados por la globalización de la explotación y la desigualdad. Pero para eso no hace falta hacer nada y sería mejor perdernos en el olvido.

José Manuel Maldonado

Aguadilla 14 de marzo de 2000

III Semana de las Humanidades

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