Presentación del libro
Exilio y memoria en la era de Trujillo, de Walter R. Bonilla.
Tal vez sea más fácil escribir un libro que presentarlo. La presentación es más aventurada sin importar cuantas veces pudiéramos leerlo. Siempre queda un sótano poblado de sombras y voces dejadas como al azar, como inútiles necesarios para la iluminación de la página y el temblor íntimo del sentido de cada gesto y hazaña acompañado. El haz y el envés de cada encuentro. Pero me alegra estar aquí y presentar el libro interesante de un hombre interesante, con un título estremecedor: Exilio y memoria en la Era de Trujillo. Tan concreto y doloroso, de tan universal retorno, y crueldad de tan desatinada humanidad como para aborrecerla.
Ya nos lanzarán en algún momento memorable fuera del planeta. Tal vez sería piadoso y más barato abolir la memoria, pero no podemos arriesgarnos a olvidar la crueldad. Enfermaría el poder sin ella y tal vez muchos, demasiados, no sabrían que hacer con la alegría de la libertad.
Por eso Bonilla, Walter Bonilla, nos advierte que “este libro no pretende ser una historia del destierro antitrujillista, sino un estudio crítico de cómo los exiliados dominicanos construyen sus recuerdos y olvidos por medio de la memoria escrita.”
Bueno no creo oportuno que le dieran un doctorado en historia por esto, y si lo hicieron, habrá sido con honores, porque así rescata a la historia de la piel paquiderma de la academia.
Por eso nos dice que va a construir un cuadro de la infamia rememorada por sus víctimas “que dan cuenta de forma narrativa de una experiencias que sienten y consideran traumáticas, emblemáticas, autobiográficas y testimoniales de su exilio… con el deseo de comunicar sus rupturas y sufrimientos personales”, a lo que añado que cada exiliado, por la fuerza del poder bruto o autoexiliado por la urgencia inevitable de sus principios, considera paradigmática. Tal vez hay, no lo sé, un capítulo volcánico que eurupcionar del insilio puertorriqueño, después de Albizu. Las derrotas son difíciles de mantener en la memoria individual que fuerza el estallido de los actos históricos.
Me voy a permitir, ya que no pueden impedirlo, leerles un poema desde mi insilio transhumante de la modernidad, con la emoción del regreso a mejores rones y apretones de abrazos, que puede remedar al esfuerzo de nuestro Walter de hoy en su estupendo libro
La luz de tu regreso
“Lo profundo es la luz aquí dentro” Jordi Doce.
Llegas con esa prisa
de quien regresa
con nubes amontonadas
en tu frente
tratas de acomodarte
en la conversación
con la miel de la tristeza
abrigada de recuerdos
y descorchas con cuidado
las palabras,
el vino
que atesoras en el alma
desterrada .
No importa
si llegan las nubes
a tu frente
o van de excursión
a otra ladera
importa la luz
que adentro te quema
la distancia,
la tierra que aún te sueña.
Walter tiene muchas frases acertadas que convocan la piel erizada de la ausencia como “La perdida dolorosa y traumática de su espacio geográfico” “La armonía, como la nostalgia, es una trampa que deambula en la mente de los exiliados antitrujillistas”.
La doble cara del exilio, (que me atrevo a pensar como una muestra universal de la esencia concreta de lo real, definido como: luminosidad fotónica que genera la sombra misma y se presenta al mundo de la existencia como contraste) consiste en recordar lo perdido por el exiliado, que se pierde sin la memoria de la geografía cotidiana que nutre el saludo, que nos reconoce y afirma en las calles, el trabajo y el amor, y la dialéctica común de los encuentros.
No solo tememos olvidar, terrible destino alzhéimer, sobre todo tememos ser olvidados, retornar al anonimato común de las calles sin nombre y la tumba sin epitafio.
Para no sucumbir en el olvido creamos vidas alternas. Al fin y al cabo, Borges, como cita Walter, nos recuerda que “la memoria del hombre no es una suma: es un desorden de posibilidades indefinidas” entre las que yace la realidad alterna, que solemos convocar en las tardes oscuras, sin necesidad de salto cuántico ni puertas exóticas visibles sólo al acertijo.
Recordar es revivir. Ser recordado es el gancho del amor, el vínculo de la especie.
Y Walter nos lleva por los laberintos de la memoria, capaz de crear aparentes exclusas, como la memoria traumática, la memoria emblemática y la memoria autobiográfica, que viajeras de la misma corriente del exilio y en el mismo buque de inseguro retorno, pueden una a una ser suficientes, tal vez, para seguir a flote con cierto sentido. Aquí todo está permitido (qué hermosa afirmación).
“Denunciar las condiciones de desesperación y de frustración con su alteridad mas próxima en la sociedad, convierten su amarga experiencia de desarraigo en un hito central de su memoria.” dice Walter.
De ahí, y en consecuencia lógica innecesaria, “en los textos de los exiliados dominicanos se unen de manera conflictiva la verdad, la repetición y la mentira, buscando instaurar la singularidad de su caso a través del lenguaje escrito.” Habría que no asombrarse si, como dice Sabina: “la verdad es un cabo suelto de la mentira.”
Y así con vivas contradicciones,” los exiliados pretenden tácitamente que sus vivencias sean parte de la historia íntima de todos los miembros de la sociedad… para mejorar su conocimiento del pasado.”
Su pasado con el pasado de Trujillo, el pasado de los demás con el pasado de Trujillo y el pasado de todos, ellos y los otros, con Trujillo .
Creo que Walter historiador lo sabe, por eso dice que “los cuatro autores dominicanos que estudio desean que sus azarosas experiencias se conozcan” que, aunque como dice Marx “lo hacen y no lo saben”, es “su principal esperanza en contra del olvido”, y como “los recuerdos personales- y cita a Patrick Hutton- son artefactos artísticos para indagar y cuestionar el entorno socio-histórico de cada persona” , entonces “la clave de esta discusión, la del libro, estriba en la importancia que plantea la relación exilio/memoria.” He aquí al historiador sin camino en la encrucijada hilvanada por la memoria.
Exilio y memoria en la era de Trujillo, es uno de los caminos rastreados, por Walter, despacioso y tenaz, arqueólogo sin prisas, tal vez desde cierto insilio puertorriqueño, comparte íntimo lo truncado y, tal vez, sea la experiencia cercana o vicaria de la diáspora Borincana la que le dicta la amarga posibilidad real del párrafo final de su hermoso libro: “Por un lado el ex refugiado puede llegar a sentirse incomodo, debido a la indiferencia percibida de parte de las personas que se quedaron dentro del país; por otro lado, el expatriado debe empezar su readaptación desde cero, ya que los antiguos referentes espaciales y temporales, así como su presencia, desaparecieron del país natal, como consecuencia de su salida.Así pues, el reencuentro con el territorio perdido y con su vida sin resolver, se puede transformar en un desconocimiento que se traduce en una nueva fuente de frustración”.
Otro asunto dialéctico que zanjar: Reconstruir la brecha de la memoria.
JUniversidad de Puerto Rico en Arecibo
18 de marzo de 2011
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