domingo, 1 de agosto de 2010

Más allá del prodigio de mirarnos

por Ariel Fernández

El poeta chileno Humberto Díaz Casanueva (1906-1992) afirma que la poesía en su sentido esencial se me aparece huidiza, submarina, con pequeñas interruptas centellas. En su trascendencia, tiene mucho que ver con la tragedia del conocimiento por el poder de revelación que se le entrevé -agregando que posee- un valor arcano y casi religioso.

José Manuel Maldonado Beltrán en este poemario "El prodigio de mirarnos", conmueve el centro mismo del yo y lo vivencia fuera del límite casuístico, revelándolo en lo inasible, oculto y cerrado. No se queda en la periferia, profundiza lo existencial a través de las edades sucesivas hasta asumir la sombra que envejece la noche: "Me miras/y despierto/ convoco las palabras/ para brotar/ de la sombra/ desde la que ciego/ miro tu sol".

Cuando la corporeidad lingüística se empina más allá del horizonte, entra en el otro tiempo, el de la cosmicidad errante del peregrino sustantivo que padece la regresión de existir. El fenómeno histórico es un hecho compùlsivo, tendrá que hallar las voces para encontrar el soliloquio panteísta que lo llevará a fundirse en el hilozoísmo de la naturaleza universal: "Tiemblo/ al sentirte/ entre mis brazos/ de tantas laderas/ eres/ tierra cierta/ de luces habitada/ y volcanes presentidos/ de planetas// no sé vivir/ sin que tus labios/ me inventen".

Así su poesía se constituye en una alteridad entre la memoria. el olvido y el tiempo como imagen móvil de la eternidad. En "La viscosa niebla de los días", surge la soledumbre de lo inalcanzable: "No tiene palabras/ la soledad/ no sabe qué es//...es un brasero/ de espinas/ y cenizas/ sin rescoldo/ de lunas// perfecto/ incorruptible/ solo/ desamparo". Así expresa el desgarro ante el abismo fluyente del instante, donde todo puede ser también un no-todo: "nube falsamente blanca/ que dibuja espejismos y horizontes// El evidente secreto de tus palabras".

La creación poética como la lingüística implica la abolición del tiempo, de la historia concentrada en el lenguaje y tiende hacia la recuperación paradisíaca primordial. Esa viscosidad de los días significa lo que Lévy-Bruhl denominó una "niebla de oscuridad" que cubre todo lo material e inmaterial, y así el ser humano es introyectado por emociones y sensaciones encarnadas. La palabra, en estas circunstancias, se transforma a cada suceso en el otro, ese dar de sí lo trascendente, aquello que intenta penetrar lo aparente, la cosa en sí y la consiguiente posesión subjetiva cuya forma es la poesía. Esa participación dual del mundo en el evanescente transitar de los días, se manifiesta en el centro de aquello que une y desata el incansable devenir en "La deliciosa fuente del retorno"": "Los pájaros/ que van/ y vienen/ no son/ los mismos// ni el viento/ que los lleva/ los trae/ es tu corazón". Ese corazón que desde el principio de toda emoción sustenta la permanente entrega del poeta en estas páginas donde la connotación lírica expresa su capacidad amatoria; la permanencia es el recuerdo, lo fugaz es la sombra, el ala es "el vuelo de la vida". Con este libro hemos amado, recordado y también hemos trascendido ese mundo tan propio, diminuto y grande, en un cubismo de esperas, aforismos y sutilezas metafísicas. José Maldonado Beltrán ha encontrado esa fuente de sabiduría que es la tercera raíz del Igdrasil, el árbol del centro del Mundo.

Con cuanta serenidad nos hizo partícipe desde su "Tao Te Ching" (una versión anarquista), al entregarnos esta madura reflexión, fruto de un pensamiento libre, acucioso y resplandeciente: "...pero yo soy diferente/ porque hallo la paz/ de la Totalidad/ en que vivo".

"El prodigio de amarnos" es una invitación al encuentro de nosotros mismos, a la identidad solidaria entre lo divino ylo humano.

Santiago de Chile. Junio de 2010.-

1 comentario:

Hilda Vélez Rodríguez dijo...

De acuerdo con tu crítico. La plantilla está estupenda.