Me preguntas cómo estoy. Qué hermosa pregunta. Demasiado sabia, poblada de piel y cuidado. Te diría que tal vez pierdo la vida en las horas que sentado frente a la computadora, sueño la mar en los pies camineros y la escritura descalza. Cuántas veces hemos planteado el entusiasmo de nuestras palabras, que nos seducen y nos arrojan a viajes sin vuelta, como las flores y los pájaros, de ida con Odiseo, sin regreso como las oscuras golondrinas. La paradoja de ser río contemplador en la corriente de los días y las cosas. Ese rebasar lo que es multiplicado en cada una, quizás me permita decir, estoy bien porque me preguntas, porque me recuerdas, de alguna manera estoy bien en el mundo porque también lo habitas. Después de todo qué sería del humo sin el viento, del perfume sin la flor. El fruto frágil de la rara amistad que provocan los versos, al decir de Ramiro Fonte. El denso vínculo de la libertad compartida, a mi mejor decir, con mi mejor abrazo y un poema extemporáneo que leer en voz alta. Y tú… ¿cómo estás?
17 de mayo 2009
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