jueves, 3 de octubre de 2013

Presentación de El surco de los días


 Por el profesor, poeta y escritor Alberto Martínez-Márquez 
en la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla

            Dos puntos de partida servirán aquí para mi breve reflexión crítica sobre el poemario que hoy celebramos, El surco de los días de José Manuel Maldonado Beltrán, que viene a ser su tercer libro de poemas. Estos dos puntos de partida, tan disímiles como necesarios, son el filósofo existencialista alemán Martin Heidegger y el teórico marxista italiano Antonio Gramsci.
            Comienzo con Heiddeger. La poesía, advierte el filósofo alemán, nos lleva del asombro a la creación. Precisamente, el autor de Sein und Seit (Ser y tiempo) nos recuerda que  la palabra griega poiesis viene del verbo poein, que significa hacer, realizar. Dice el pensador existencialista que la producción de lo poético es un alumbramiento que conduce a desocultar una verdad. Lo que implica Heiddeger con esto último, es que en la medida que se poetiza, se va revelando, se devela la relación del yo lírico con el mundo en que habita. Por lo tanto, es preciso entender que no se puede separar la palabra creada de la experiencia vivida.
            Hay tres ideas de Antonio Gramsci que deseo enumerar aquí, porque a mi juicio, empalman con lo que he apuntado anteriormente: (1). El cuestionamiento de la concepción del mundo, (2). el ser humano entendido como proceso y (3).  la función crítica del lenguaje. Con relación a lo primero, el pensador italiano advierte que nuestra conversión en  hombres-masa adviene en el momento en que se nos impone una determinada noción del mundo y de las cosas. Es por ello que Gramsci nos exhorta a que efectuemos una crítica de esa determinada concepción, a fin de adelantar nuestra participación en el curso de la Historia. En lo tocante a lo segundo, es preciso entender al ser humano como proceso, imbuido en una red de relaciones activas. Finalmente, esgrime el pensador italiano que el lenguaje, como consciencia, juzga la complejidad de la concepción de mundo.
            El surco de los días de Maldonado Beltrán nos lleva, via Heidegger, a desocultar las certezas y las proyecciones utópicas del yo lírico, o, como prefiero llamarle, el poeta implícito, a fin de resituar su hacer en el mundo de la vida (lebenswelt); y via, Gramsci, a manifestar su relación activa con el mundo, a partir del imperativo poético, y tomar el rumbo de la consciencia. No sólo se presentan aquí instancias de la experiencia como traducciones miméticas de esa realidad, personal y colectiva.  Allende todo esto, el poeta implícito se inscribe en la reconfiguración de esa materialidad del mundo que le rodea.  De esta forma, expone eficazmente el incesante devenir de los días, a través del la metáfora del viento, como puede verse en varios poemas; verbigracia, “Nunca será de noche en la Habana,” “Un día menos,” “El corazón del viento y “Poética de la gravedad universal”. Asimismo, se pone al relieve el accionar humano, mediante la evocación de la solidaridad, la hermandad y el amor,  que encontramos en “Nosotros,” “El cerco común,” “Compañero,” “Desnudo de ti” y “Vendedor de fortunas,” por mencionar algunos.
Siguiendo esta pauta, la imagen del surco como metáfora laboral, referida en el titulo del poemario, nos remite a la fijación de la palabra lírica como un cúmulo de vivencias, que por medio del lenguaje conforma el acto de la poeisis. Precisamente, esto queda ejemplificado en el poema homónimo:


EL SURCO DE LOS DÍAS

El viento llega aguerrido
con voz de monte
y pasiones rústicas

los perros inmóviles
aguzan el oído
al sotavento
que a bordo de nubes
camineras
puebla oscuro el horizonte

tal vez estalle la tormenta
que desde el hondo sueño
de los glaciares hila
esta continua sintonía
de mis brazos
con la lluvia de tus besos

que amarra el universo
al inevitable surco de los días


Pero, ojo, resulta imperioso destacar en este momento que la visión del ser humano que figura en estos poemas dista mucho de la pretendida excepcionalidad del humán (anthopos), propulsado por aquellos discursos sociológicos y cientificistas que intentan erigirlo por encima de los demás seres vivos que habitan el planeta. La ruta de la consciencia que toma El surco de los días es también un reconocimiento de la totalidad que habitamos y que nos habita; es una afirmación de sabernos parte de la rica complejidad del mundo que formamos parte, que trasciende nuestro inmediatez, nuestro entorno social y nos resitúa en el cosmos. Así queda expresado en el poema “Temo que se trate de una certeza,” en el cual hay un cuestionamiento implícito de nuestra concepción de mundo y un desocultamiento que revela la certeza como una expansión de esa visión de mundo: 

Saber               no sabemos
Se trata de firmes conjeturas

los gatos procelosos
de los tejados dorados
también las hacen

la de los elefantes
son las más sólidas
de las ballenas
que conozco

tal vez los insectos
en el crepúsculo del apareamiento

la araña es la infalible
dueña del espacio
escolopendra del cálculo
la más estricta de las conjeturas

el árbol de hojas invisible
en el otoño pregunta
donde se esconden los bosques

Temo que se trate de una certeza.


            Definitivamente, El surco de los días de José Manuel Maldonado Beltrán nos invita a reflexionar sobre lo que Herbert Marcuse llamó el “conductismo sofocante” de nuestra presente y nos conmina a reinsertarnos como actores de un nuevo orden social, sin extraviar el sueño, la certeza y la consciencia. El poema titulado “Descarrío,” sintetiza muy bien lo que he expresado hasta aquí:

Cuando en las mañanas
dejo la casa
guardo tus besos
en la mochila

para no extraviarme en el regreso.  

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