A Mario Benedetti
Estamos acostumbrados a tenerte
como se tienen los Andes
y el río color de león
de nuestro Sur americano
Tu mano extendida sembraba
los puentes del regreso
con la frente en alto
y el corazón atropellado.
Apostado en los zaguanes
regalaste esperanza
sin tregua con las tinieblas
y los padres de la muerte
Aprendimos a cantar tus versos
en las calles, las cárceles y las alamedas
Te hiciste necesario
con la simple estrategia de tu amor
ese pretexto escrito en tu testamento
que nos obliga a celarte
en nuestro corazón.
17 de mayo de 2009
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