Por el profesor, poeta y escritor Alberto Martínez-Márquez
en la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla
Dos
puntos de partida servirán aquí para mi breve reflexión crítica sobre el
poemario que hoy celebramos, El surco de los días de José Manuel Maldonado
Beltrán, que viene a ser su tercer libro de poemas. Estos dos puntos de partida,
tan disímiles como necesarios, son el filósofo existencialista alemán Martin
Heidegger y el teórico marxista italiano Antonio Gramsci.
Comienzo
con Heiddeger. La poesía, advierte el filósofo alemán, nos lleva del asombro a
la creación. Precisamente, el autor de Sein und Seit (Ser y tiempo) nos
recuerda que la palabra griega poiesis viene del verbo poein, que significa hacer, realizar.
Dice el pensador existencialista que la producción de lo poético es un
alumbramiento que conduce a desocultar una verdad. Lo que implica Heiddeger con
esto último, es que en la medida que se poetiza, se va revelando, se devela la
relación del yo lírico con el mundo en que habita. Por lo tanto, es preciso
entender que no se puede separar la palabra creada de la experiencia vivida.
Hay
tres ideas de Antonio Gramsci que deseo enumerar aquí, porque a mi juicio,
empalman con lo que he apuntado anteriormente: (1). El cuestionamiento de la
concepción del mundo, (2). el ser humano entendido como proceso y (3). la función crítica del lenguaje. Con relación
a lo primero, el pensador italiano advierte que nuestra conversión en hombres-masa adviene en el momento en que se
nos impone una determinada noción del mundo y de las cosas. Es por ello que
Gramsci nos exhorta a que efectuemos una crítica de esa determinada concepción,
a fin de adelantar nuestra participación en el curso de la Historia. En lo tocante
a lo segundo, es preciso entender al ser humano como proceso, imbuido en una
red de relaciones activas. Finalmente, esgrime el pensador italiano que el
lenguaje, como consciencia, juzga la complejidad de la concepción de mundo.
El
surco de los días de Maldonado Beltrán nos lleva, via Heidegger, a desocultar las certezas y las proyecciones
utópicas del yo lírico, o, como prefiero llamarle, el poeta implícito, a fin de
resituar su hacer en el mundo de la vida (lebenswelt);
y via, Gramsci, a manifestar su
relación activa con el mundo, a partir del imperativo poético, y tomar el rumbo
de la consciencia. No sólo se presentan aquí instancias de la experiencia como
traducciones miméticas de esa realidad, personal y colectiva. Allende todo esto, el poeta implícito se
inscribe en la reconfiguración de esa materialidad del mundo que le rodea. De esta forma, expone eficazmente el incesante
devenir de los días, a través del la metáfora del viento, como puede verse en
varios poemas; verbigracia, “Nunca será de noche en la Habana,” “Un día menos,”
“El corazón del viento y “Poética de la gravedad universal”. Asimismo, se pone
al relieve el accionar humano, mediante la evocación de la solidaridad, la
hermandad y el amor, que encontramos en
“Nosotros,” “El cerco común,” “Compañero,” “Desnudo de ti” y “Vendedor de
fortunas,” por mencionar algunos.
Siguiendo esta
pauta, la imagen del surco como metáfora laboral, referida en el titulo del
poemario, nos remite a la fijación de la palabra lírica como un cúmulo de vivencias,
que por medio del lenguaje conforma el acto de la poeisis. Precisamente, esto queda ejemplificado en el poema
homónimo:
EL SURCO DE LOS DÍAS
El
viento llega aguerrido
con voz
de monte
y
pasiones rústicas
los
perros inmóviles
aguzan
el oído
al sotavento
que a
bordo de nubes
camineras
puebla
oscuro el horizonte
tal vez
estalle la tormenta
que
desde el hondo sueño
de los
glaciares hila
esta
continua sintonía
de mis
brazos
con la
lluvia de tus besos
que
amarra el universo
al
inevitable surco de los días
Pero, ojo,
resulta imperioso destacar en este momento que la visión del ser humano que
figura en estos poemas dista mucho de la pretendida excepcionalidad del humán (anthopos), propulsado por aquellos
discursos sociológicos y cientificistas que intentan erigirlo por encima de los
demás seres vivos que habitan el planeta. La ruta de la consciencia que toma El
surco de los días es también un reconocimiento de la totalidad que habitamos
y que nos habita; es una afirmación de sabernos parte de la rica complejidad
del mundo que formamos parte, que trasciende nuestro inmediatez, nuestro entorno
social y nos resitúa en el cosmos. Así queda expresado en el poema “Temo que se
trate de una certeza,” en el cual hay un cuestionamiento implícito de nuestra
concepción de mundo y un desocultamiento que revela la certeza como una
expansión de esa visión de mundo:
Saber no sabemos
Se trata
de firmes conjeturas
los
gatos procelosos
de los
tejados dorados
también
las hacen
la de
los elefantes
son las
más sólidas
de las
ballenas
que
conozco
tal vez
los insectos
en el
crepúsculo del apareamiento
la araña
es la infalible
dueña
del espacio
escolopendra
del cálculo
la más
estricta de las conjeturas
el árbol
de hojas invisible
en el
otoño pregunta
donde se
esconden los bosques
Temo que
se trate de una certeza.
Definitivamente, El
surco de los días de José Manuel Maldonado Beltrán nos invita a
reflexionar sobre lo que Herbert Marcuse llamó el “conductismo sofocante” de
nuestra presente y nos conmina a reinsertarnos como actores de un nuevo orden
social, sin extraviar el sueño, la certeza y la consciencia. El poema titulado
“Descarrío,” sintetiza muy bien lo que he expresado hasta aquí:
Cuando
en las mañanas
dejo la
casa
guardo
tus besos
en la
mochila
para no
extraviarme en el regreso.